sábado, 11 de junio de 2011

El AJUAR CELESTE

El AJUAR CELESTE


El grito, había dejado de ser grito, para convertirse en un aullido ancestral y primitivo, naciendo desde lo más profundo de la garganta, empujado por la angustia y la desesperación. En pleno ataque de locura e impaciencia asestó, con el puño cerrado, un fuerte golpe sobre el frente del cartel de la sala, justo al lado de otro donde la dulce cara de una enfermera con una impecable cofia blanca llamaba a guardar silencio con el extremo de su dedo índice cruzado sobre sus labios.

No era para menos que él descargara el dolor de esos momentos de esa extraña manera: Melina había entrado dentro de su trabajo de parir,  hacia más de tres horas en la habitación de la clínica. De allí a la sala de partos y después… la incertidumbre total:

El personal de asistencia entrando y saliendo con caras adustas...

El inútil preguntar detrás de esquivas respuestas...

El no recibir más noticias que la mismísima espera...

De ahí que descargara con golpes las interminables horas de incertidumbre. El dolor había mudado de rosado al blanco los colores de su rostro y la furia desatada, en cada golpe,  teñido de rojo los nudillos de sus puños.

 Y el miedo…el miedo a que ocurra lo peor… Miedo de perder a ese hijo que lucha por llegar… y miedo de perderla a ella que puja por darle vida.

Los minutos pasaban. Cada uno de los familiares, que acompañan la espera, puede oír los latidos de su propio corazón dentro del pecho. El tiempo, que así transcurre, pierde sentido hasta volverse irreal. En la sala de espera las agujas del reloj de pared, sueltas de sus ejes, han caído al piso, desde donde intentan trepar las paredes para reconquistar su lugar dentro de la esfera, que incrédulamente vive una momentánea amnesia de fondo blanco en estas horas angustiantes y decisivas. Las plantas que adornan los rincones discuten entre ellas sacudiendo airadas su follaje, mientras arrancan sus raíces de entre la tierra de las macetas. Las sillas, puestas todas de pié, empujan contra las puertas que adiestradamente resisten los embates, casi desprendidas de sus bisagras, y reclaman por ayuda a las hojas de las ventanas que forcejean, a su vez,  para evitar el escape de los extintores de fuego. Mientras un jarrón mantiene un impensado equilibrio sobre una mesa ratona que corre, en improvisado galope, dando círculos por la sala.

Hasta que las puertas se abren para anunciar que la mamá y el bebé estaban bien…

 -Mire. Este es su hijo- Dice la enfermera, y el aflojando la tensión de sus puños deja caer a sus hombros en marcada sensación de alivio.

Después…Voces, exclamaciones, algarabía. Atropellados pasos hacia la habitación donde Melina, ya con el bebe en brazos muestra orgullosa el fruto de ese amor y el bebé arropado en una celeste mantilla, aun se queja de su desesperada lucha por nacer, con un largo y penetrante llanto que para aquellos momentos se oye como un himno de gracias a la vida… al amor… y la esperanza. Calla de llorar por un momento y les regala a todos, con ojitos bien abiertos, la primera de sus sonrisas.


Próximo capitulo el Domingo 19 de JUnio de 2011

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